La perla no puede considerarse auténticamente una piedra preciosa, ya que no es un mineral, debido a su origen orgánico, a pesar de que químicamente tenga un alto contenido de carbonato de calcio. En cambio sí es una gema. De hecho, las perlas son la gemas más antiguas conocidas y durante siglos fue considerada la de más valor.
Las perlas han sido apreciadas por todos los pueblos desde la antigüedad debido a su rareza, belleza y extraordinario valor. Las primeras noticias escritas sobre el valor de la perla las encontramos en el Shu King, un libro chino que data del siglo 23 a.C.
Los chinos utilizaban las perlas con fines medicinales para curar los males que afectaban al ojo, los problemas de corazón, la indigestión, la fiebre y las hemorragias. De hecho el polvo de perla sigue siendo todavía popular en China como blanqueador de la piel y como cosmético.
En India, se creía por ejemplo que las perlas proporcionaban paz espiritual a la mente y fortalecían el cuerpo y el alma. Los europeos pensaban que al tragar una perla entera o bien en polvo se curaban los asuntos de la mente y del corazón, y se fortalecían los nervios.
Por su parte los romanos también sentían una especial predilección por las perlas que alcanzó su punto culminante durante el transcurso del primer siglo a.C., cuando las mujeres de la clase alta romana las llevaban incluso a la hora de dormir. El emperador Caligula, famoso por sus excesos, tras haber nombrado cónsul a su querido caballo, lo condecoró con un collar de perlas.
Otras culturas que también sintieron fascinación por las perlas fueron los Incas y los Aztecas, quienes creían que estas gemas habían sido imbuidas de propiedades místicas de salud, sabiduría y profecía. Por su parte, los indios de Norteamérica usaban las perlas de agua dulce del río Mississippi para hacer collares, cosiéndolas a los tocados y colocándolas en adornos de cobre.
AMÉRICA: “TIERRA DE PERLAS”
A pesar de que la reina Isabel tuvo que empeñar su hermosa colección de joyas para financiar la expedición de Cristóbal Colón, la inversión resultó más que rentable, ya que el descubrimiento de perlas en las aguas de América Central aportó una enorme riqueza a España.
La llegada masiva de perlas americanas al mercado europeo le hizo ganar al continente que acababa de ser descubierto el sobrenombre de “Tierra de Perlas”. Sin embargo, la codicia y la ambición en busca de estas gemas marinas desembocó en el agotamiento de prácticamente toda la población americana de ostras de perlas antes del siglo XVII.
Hasta principios del siglo XX, las perlas naturales eran un producto de lujo sólo al alcance de los más adinerados. En 1916, el reputado joyero francés Jacques Cartier compró su famosa tienda en la Quinta Avenida de Nueva York cambiando dos collares de perlas por la valiosa propiedad. Pero entonces en 1919, el hijo de un fabricante de pasta japonés perfeccionó y patentó un método para cultivar las perlas y, de este modo, la producción de gemas marinas pasó de ser una búsqueda de tesoros a convertirse en una industria.
EL AMOR POR LAS PERLAS HA LLEVADO A LA HUMANIDAD A AYUDAR A LA MADRE NATURALEZA A PROPORCIONAR UNA GRAN ABUNDANCIA DE PERLAS A LOS MERCADOS INTERNACIONALES.
Características de las perlas.
El hermoso brillo de la perla proviene de la reflexión luminosa en la superficie cristalina, mientras que la iridiscencia proviene de la refracción y difracción luminosas en las múltiples capas de nácar translúcido que forman una perla cualquiera.
Una perla nace cuando un partícula ajena se mete en una ostra anfitriona. Entonces la ostra empieza a segregar nácar como mecanismo de defensa contra el intruso. Tras muchas capas y entre dos y tres años, la partícula que fuera pequeña se transforma en una perla de hermoso brillo.
El amor por las perlas ha llevado a la humanidad a ayudar a la Madre Naturaleza a proporcionar una gran abundancia de perlas a los mercados internacionales.
La especie de la costra y el ambiente en el que se cultiva son factores determinantes en el color y complexión
de la perla. Las perlas de la ostra de la “Pinctada máxima” aparecen en la gama de los blancos, marfiles, plateados, azulados, amarillos y dorados.
Las perlas de la ostra de la “Pinctada margaritifera” (las perlas de Tahití o negras) aparecen en tonos berenjena, azules, verdosos y grisáceos.
Respecto a su forma, al ser un producto de la Naturaleza cada perla es individual y única presentando su propia forma. Se clasifican en redonda, semi-redonda, oval, botón, barroca y círculo.
AL SER UN PRODUCTO DE LA NATURALEZA CADA PERLA ES INDIVIDUAL Y ÚNICA PRESENTANDO SU PROPIA FORMA
En relación a su tamaño, en el caso por ejemplo de las perlas australianas, éstas son conocidas por sus grandes dimensiones. La ostra de la “Pinctada máxima” es la más grande de su especie capaz de producir la perla. Las perlas de los Mares del Sur se miden en milímetros, habitualmente usando un calibre que tiene una exactitud de 0,01 mm.
La excepción son las perlas barrocas ya que son imposibles de medir con un calibre debido a su forma irregular, por lo que se miden con un colador. En el caso del diámetro de las perlas de Tahití éste por ejemplo oscila entre unos 8 y 14 mm. Algunas pueden alcanzar la talla de 16 mm y muy excepcionalmente, los 18 mm. El récord del diámetro de una perla está en 21 mm.
Propiedades curativas y espirituales de las perlas.
La perla es el símbolo de la amabilidad, la lealtad y la justicia. Se cree que absorbe la energía negativa y tranquiliza a los espíritus inquietos. Está indicada especialmente a aquellas personas que sufren de palpitaciones del corazón. Además a menudo se recomienda a los que padecen de miedos y angustias que luzcan perlas o las lleven consigo.